La combinación de la cruz y el círculo es la representación más simple concebible de la unión de las polaridades opuestas en el mundo occidental. Suele asociarse con el sol (de ahí su nombre) y con el árbol de la vida.
Lo místico, lo divino y lo sagrado se conjugan en este símbolo, utilizado en repetidas oportunidades como amuleto. Es un hecho comprobado la proliferación de las cruces celtas en los cementerios irlandeses, muchas de las cuales datan de la Edad Media.
Esta cruz significa la fuente de la vida, el origen de la vida, el manantial de donde fluyen todos los seres vivos (animales, vegetales, seres humanos).
Sus cuatro puntas se relacionan ampliamente con los cuatro elementos básicos de la naturaleza: tierra, aire, agua y fuego y la confirmación de la fe ciega que profesaba el pueblo celta en los elementos del entorno.
La cruz celta también se encuentra relacionada con las estaciones porque cada punta de este objeto apuntaba a una de ellas.
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